Vengo en el colectivo hiper embolada porque el forro que pensé que tenía cara de bajarse antes, no se baja nunca, y se bajan todos los que están cerca. Pero nunca el. Nunca.
En ese momento de querer matar a todos por el calor humano que hay en el bondi y los olores que salen de los cuerpos de la gente, el colectivo pasa y toca un árbol. Entonces, hay un ruido de ramas golpeando las ventanas, y hasta algunas hojas que se meten por las ventanillas. Poder ver que los putitos que estaban durmiendo tan plácidamente contra la ventana se pegaran el cagaso de su vida, me terminó alegrando el viaje y no pensar en que el pelado forro no se levantaba más!
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