Si bien hay temas que uno preferiría no hablar nunca, temas tabúes que uno le vive escapando, y teniendo en cuenta que no se puede volver el tiempo atrás para remediar, cuando llega el momento de hablar, llega el momento de hablar y no hay chances de hacerse la boluda. No voy a mentir, me costaba levantar la vista y dejar la mirada en sus ojos. Vergüenza sentí, de mi misma, de no saber cómo curar esa herida que causé, odiarme por no tener dos dedos de frente, odiarme por causar esto tan sólo por querer pertenecer a eso que nunca fue y que recién hoy estoy dándome cuenta de que no vale ni dos centavos, por decir cosas que no pensé, sólo para no quedar mal. Sentí bronca por haber querido inventar una brunella que nunca existió, pero que en el momento que intentó formarse trajo muchos líos y lastimó a personas. En especial a una, que por las vueltas de la vida hoy es la persona que más me llena de amor y felicidad (¿lección de vida?) No intenté justificarme, no fui tan cara rota, dije por qué había pasado, o sea, fui sincera, aunque se me caía la cara de vergüenza. No hay justificación, y sé que es una de las cosas que más me arrepiento de haber hecho, y no estoy mintiendo. Siento vergüenza de mí misma, de no haber tenido un poco de tacto. Y lo que más me lastima es ponerme en su lugar y pensar en cómo se habrá sentido, por mi, lo mucho que lo habré lastimado. Inmadura, rencorosa, sin aceptar un desliz, así fue. Nunca pensé que en él iba a encontrar tanta paz, tanta calma, tanta seguridad. Siempre fue un tema que me "torturó" y estuve a la expectativa de cuándo iba a surgir.
No queda más que pedirte un gran perdón, te doy mis más sinceras disculpas, y te hago la promesa de hacerte feliz y no lastimar una vez más ese corazón tan puro que tenés.
Gracias por enseñarme las cosas importantes de la vida.
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